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Fotografié a Adolfo Bioy Casares para la revista El Urogallo en el Hotel Intercontinental de Madrid en noviembre de 1990, cuando vino a recoger el premio Cervantes.
- No se preocupe que no me voy a poner nervioso -me tranquilizó Bioy-, fui fotógrafo en Buenos Aires en los años 30, hace mucho tiempo. Incluso escribí una novela sobre mis recuerdos. Como el entrevistador había leído La aventura de un fotógrafo en La Plata (1985), continuaron conversando mientras terminé de montar el flash en la cámara y lo dispuse todo para hacerle unos retratos al autor de La invención de Morel (1940), novela de "imaginación razonada" en palabras de Borges o de fantasía con base científica que le consagró, varias antologías de relatos fantásticos y de poesía en colaboración con su mujer, Silvina Ocampo, libros de cuentos como El perjurio de la nieve (1944), La trampa celeste (1948), El héroe de las mujeres (1978), novelas como Guirnalda con amores (1959), Diario de la guerra del cerdo (1969), Dormir al sol (1973) y relatos de recuerdos y sentencias como Memorias (1994), De jardines ajenos (1997) y los que se publicaron después.
- ¿Y qué tal le fué como fotógrafo? -pregunté al escritor amigo de Jorge Luis Borges ("Byorges" se hacían llamar la pareja entre sus allegados y "Honorio Bustos Domecq" era el seudónimo con el que publicaron varios relatos policiacos escritos en colaboración) desde que se conocieron en 1932, tratando de llamar su atención para alguno de mis retratos. El autor de la frase "aunque nunca me he psicoanalizado, una psicoanalizada me dijo una vez que parecía un psicoanalizado a quien el psicoanálisis le había hecho bien" separó las manos mostrando las palmas y sentenció abriendo los brazos con las palmas de las manos hacia arriba:
- Me sirvió para conocer a gente, la misma iniciación en la fotografía contada por Robert Frank, autor de Los Americanos, reportaje fotográfico de En el camino de Kerouac, haber heredao la afición de su padre que tenía una Leica que se echaba al cuello para salir a pasear de esa guisa y al que nunca vió llevar a revelar ni 1 de los carretes que guardaba enrollaos en 1 cajón de su habitación pero conocía a gente. Las encantadoras y simpáticos visitantes de esta telaraña que habla, que lo sigue contanto con sumo gusto ya mataron de éxito y casi del susto 1 vez 1 a su jazz typewriter como murió de éxito la revista Life. El arma digital en manos de las visitas se llama transferencia de datos y consiste en que un jazz typewriter perfectamente localizado al instante mediante 1 IP que remite a sus coordenadas geográficas longitudinales y latitudinales, además de haber pagado sus dominios, sus espacios y su acceso a Internet tiene que tener 1.000 ojos puestos sobre el número y únicamente el número de visitas, aunque sean de inspección de robot diversos, para no superar el umbral que obliga a satisfacer además otro pago por la transferencia de datos o bytes que se cargan en los navegadores cuando se visita 1 page web. La disposición de los contenidos, cuentos e imágenes en diferentes servidores de esta telaraña suya a sus pies, bienvenidas siempre WELCOME las visitas, no es un invento sino un recurso para la supervivencia en los nuevos combates o asaltos contra el éxito que las circunstancias me permitan y que duren. Disculpen las molestias y muchas gracias, un placer tenerles por aquí, más si vinieron otras veces, mejor si piensan volver, en la bar de arriba tienen un marcador.